Pasan
los días, y sigo con esa extraña sensación de estar siendo
devorada poco a poco. Ya no sé ni cuantos diás llevo sintiendo
esto, lo único que recuerdo es que empecé a notar esta angustia el
día de mi boda, en el castillo de Braun. Qué día más feliz pasé
rodeada de mi familia, mi marido y la corte real. Aunque a partir de
la ceremonia ya no recuerdo nada más, ni siquiera sé dónde estoy.
Miro a mi alrededor y solo veo gente desconocida, visten ropas muy
extrañas, no hay castillas, solo casas que tocan el cielo y raros
artefactos donde la gente se mueve a mucha velocidad. Todo es
frenético. Cuando cae la noche la ciudad se ilumina, pero ese fuego
no quema. Me siento tan sola, tan perdida la noción del tiempo.
Ahora me limito a sentarme y a observar a la gente que pasa. Le
pregunto a todo el mundo si lo ha visto, pero me ignoran. ¡Dios
lo acabo de ver, es él!, pero está tan cambiado. Grito su nombre,
me mira, me acerco a él, me lanzo a sus brazos pero no me reconoce.
Me aparta delicadamente y me mira con una mezcla de ternura y
desconcierto. Al tocarle lo vi claro, todas las imagenes volvieron a
mi memoria. El día de mi boda, hubo un accidente, recuerdo llorar a
mi marido desconsoladamente sobre mi tumba. Sé lo que tengo que
hacer. Hay una chioca a su lado, toma su mano y me mira con
compasión, supongo que será su mujer. Esta claro, no se en que
época estoy pero me gusta. Sé que tengo que volver a nacer para
estar junto a él. No seré su mujer pero tendré el honor de ser su
hija y estar con él para siempre. Porque no hay mayor historia de
horror, que aquel que estando muerto, sigue muriendo de amor.
María Espinar
No hay comentarios:
Publicar un comentario